- ¿Cómo era tu instituto? Mi instituto era muy grande, para ir de clase en clase tenía que recorrer cientos de metros y día a día tan sólo por los pasillos del instituto caminaba más de un km y medio. Lo sé porque en clase de Walking & Toning (ya explicaré mas adelante lo que es) a veces hacíamos cada uno el recorrido por dentro que teníamos de clase a clase con un podómetro y ahí lo ponía.
- ¿Lo pasaste mal al separarte de tu familia? Pues no. A ver, no daba botes de alegría pero estaba feliz y emocionada porque iba a vivir grandes aventuras que sabía que me esperaban al otro lado del océano pero siempre te queda ese sentimiento de: "ojalá pudieran venirse conmigo". Además, para calmar los nervios, justo cuando estábamos los becarios sentados en las sillas de la puerta de embarque, vimos pasar a la selección española de baloncesto y aprovechamos para sacarnos unas fotos así que al ir todos juntos, nervios 0.
- ¿Qué tal los vuelos de ida? Bueno, os voy a contar mi gran aventura. La verdad es que los vuelos no me asustaron. Al principio no me importaba nada coger los aviones porque iba con más gente y la organización, pero ya cuando fui con otros 4 de Chicago a Indianápolis estuvimos un poco más nerviosos porque era la primera vez que estábamos solos en un país diferente del nuestro.
- ¿Y los de vuelta? Los vuelos de vuelta fueron bastante bien. De Indianápolis a Nueva York fue fácil, fui en un avión no muy grande y llegué perfectamente. Mientras estaba en ese avión, pregunté a una azafata cómo tenía que hacer para llegar a la siguiente puerta de embarque ya que en mi ticket no estaba. Me dijo algo como: "cuando te bajes del avión, camina 100 metros, gira a la derecha, camina 50, gira a la izquierda, baja las escaleras, gira a la derecha, gira a la izquierda, coge el tren, gira a la izquierda...". Vamos, que entre los nervios de que sólo tenía una hora y algo para coger mi siguiente vuelo y ese lío pues la verdad casi me da algo. Pero tuve muchísima suerte e iba otro español en mi vuelo, con el que había coincidido cuando embarcábamos y se puso detrás para coger la maleta. Entonces me preguntó qué tal el vuelo y que por qué estaba ahí. Nos pusimos a hablar y me dijo: "bueno, ¿nos vamos?". Yo, como no tenía ni idea de cómo llegar a mi próximo vuelo y no quería estar perdida en medio del enorme aeropuerto de Nueva York hasta a saber cuándo, me fié de ese chico y me puse a hablar con él. Entre cosa y cosa, nos fuimos conociendo y me llevó por todo el aeropuerto hasta el control de seguridad que había que pasar. Había una cola de al menos dos horas, lo que ya imposibilitaba que yo pudiera coger mi avión de vuelta a España. Jorge, así se llamaba el madrileño, me dijo: "bueno, pues ya que estamos aquí los dos juntos ven que digo que vienes conmigo y a ver si te cuelan". Con la suerte de que me colaron con los de la clase business y sólo esperé 5 minutos para hacer el control. Pasé, ya quedaba sólo una hora para embarcar, y fuimos corriendo hasta la zona de restauración. Me entró ganas de ir al baño, algo extremadamente raro en mí, y yo, que después de haber pesado 23 kg en cada mano dos días seguidos durante horas, no podía ni coger una taza en la mano, pues por no dejar mi equipaje solo me iba con las maletas al baño. Jorge me paró y me dijo si quería que me las guardase. Yo pensé: "si hasta ahora no me ha: 1. raptado, 2. violado o 3. robado, no creo que se vaya con mis maletas" así que hice todo lo contrario de lo que anuncian por megafonía cada 3 segundos aproximadamente y se las dejé. Cuando volví, para mi alivio, ahí seguían. Luego, fuimos a comer y después ya sólo quedaban 10 minutos para embarcar así que fuimos a los mostradores y, una vez más, me coló y entré de las primeras al avión para acomodarme. Una vez dentro, me senté y esperé a llegar a Madrid. Mi prioridad era dormir ya que no había dormido bien esa noche e iba a tener que esperar en Madrid desde las 6 de la mañana, hasta las 11 y algo que cogí el avión a Coruña. Peero claro, teniendo en cuenta la suerte que tuve, que yo creo que "si pongo un circo, me crecen los enanos" (palabras textuales de mi madre, besitos), se me sentó al lado un señor de Ohio que no me paraba de hablar y preguntar y preguntar y volver a hablar, y tonta de mí que como me daba pena le respondía así que sí, no dormí nada. Siempre le estaré agradecida a aquel madrileño de tan buen corazón que me ayudó cuando estaba perdida, y aunque algunos penséis que es una tontería, queda poca gente así en el mundo, y esa gente no se olvida. Llegué a Madrid y lo primero que hice fue llamar a mis padres y leer todos aquellos mensajes de WhatsApp que me habían dejado mientras estaba volando. Después ya fui a por mi Venti de Gingerbread de Starbucks y a por mi muffin. Al menos así no me dormiría esperando. Un poco cansada se notaba que estaba porque fui a un mostrador a preguntar de dónde salía mi vuelo y me dijo uno: "Raquel, tu vuelo aún no sabemos de dónde sale porque aún es muy pronto". Entonces le dije que gracias y me iba, cuando me volvió a llamar y me preguntó: "¿No te preguntas cómo sé tu nombre?". La verdad, ni había caído en ello. Estuve pensando unos dos minutos cuando me dice: "Lo pone en tu vaso de café" y se empezó a reír. Yo pues me reí también pero más de mí misma que de otra cosa. Pasaron esas eternas e interminables horas y cogí el vuelo a Coruña. Estaba tan nerviosa... Y de repente me fijo en que en mi vuelo iban también actores de las series "Aída" y "Aquí no hay quien viva". Pasó una hora o así y yo que no paraba de mirar por la ventanilla, empecé a ver la costa gallega. ¿Qué fue lo que hice? Me puse a llorar, sí, a llorar como una tonta. Llorar de alegría, de emoción por estar en casa, por los que me estaban esperando, llorar porque sabía que lo malo que había pasado ya quedaba atrás y ahora volvía a mi hogar. El de mi lado me miraba mal, pero me daba un poco igual. Aterrizamos y no podía aguantar las ganas de quitarme el cinturón y salir corriendo. Así hice, cogí mi equipaje de mano y fui corriendo. Vi a mi padre a través del cristal pero con las pintas que yo llevaba y lo delgada que estaba, él no me reconocía así que aproveché para sorprenderlo por detrás, y empecé a abrazarlo y a llorar de nuevo. Después vi a mi hermano y a mi madre y la historia se repitió. Y así fue como abracé a aquellos que habían luchado por mí durante 5 meses y a los que tuve tan lejos.
jueves, 26 de marzo de 2015
Algunas preguntas sobre Estados Unidos
Escribo esta nueva entrada para responder a las preguntas que muchos de vosotros me habéis hecho y que no he podido responder. Antes de nada, quiero agradecer a Ana María Iglesias de FSL todo lo que hizo durante mi estancia en EEUU, antes y después, por ser tan rápida en todo y eficaz como ninguna. Una vez hecho esto: ¡Empecemos!
viernes, 6 de febrero de 2015
El despertar de un sueño
Y fue entonces cuando llegó el momento por el que pensé que nunca pasaría. Sabía que tendría que volver, pero no me esperaba esa rapidez, ni dejarlo a medias. A veces te ves en situaciones que te superan, y ésta ha sido una de ellas. El día de la despedida.
Después de más de dos días haciendo maletas, llegó el momento de decir adiós a todo lo que había acogido en mi vida durante los pasados meses y volver a casa. Me despedí de todos mis amigos el día anterior a irme. La verdad, fue doloroso, mucho. Porque esos amigos son gente que te conocen desde cero; no saben nada de ti y aún así te aceptan y te dejan lugar en sus vidas esperando que tu presencia sea agradable. Cuando realizas un camino, puedes dejar dos tipos de marcas: pisadas, o huellas. Las pisadas son marcas que quedan en la superficie y se borran muy fácilmente, son efímeras, como las pisadas que dejas cuando caminas por la orilla de la playa y se las lleva la marea. En cambio, las huellas son diferentes. Las huellas son pisadas muy profundas, son marcas que no se van. Que hacen un hueco en algún sitio de ti y te cambian. Ése es el tipo de marca que espero haber dejado yo en Estados Unidos, ya que a mí esta experiencia me cambió. Puede que los que habláis conmigo día a día no lo notéis, puede que aquellos que me saludan de vez en cuando tampoco, por eso lo de las huellas: es algo profundo que no todo el mundo puede dejar o ver.
He tardado mucho en escribir esto, pero la verdad, creo que hice bien porque ahora lo veo todo con otra perspectiva. Todos sabéis el motivo por el que tuve que regresar, que no fue por mi propia voluntad o porque tuviera morriña, y si no lo sabéis y tenéis curiosidad, adelante, preguntad, no tengo nada que esconder ni de lo que avergonzarme.
Esos casi 5 meses que pasé como estudiante de intercambio en Estados Unidos me han enseñado muchas cosas: desde el punto de vista de la vida de otra cultura, hasta a ser más abierta y no juzgar a primera impresión, porque las cosas no son como parecen ser, o al menos no siempre.
He hecho muchos amigos, algunos que conservaré toda la vida y otros que se irán con los años pero seguirán en el recuerdo, y siempre estaré muy agradecida por todos los momentos que he vivido a su lado: buenos y no tan buenos.
También estoy agradecida no sólo de los amigos que hice allí, sino de los amigos de verdad que tengo aquí: aquellos que a pesar de los más de siete mil kilómetros de distancia, seguían hablando conmigo como si estuviéramos al lado. Gracias por apoyarme y seguir a mi lado en los momentos más difíciles, sé que vosotros sois amigos de verdad.
Esta experiencia también me ha ayudado a darme cuenta de los "amigos" que pensaba que tenía, pero luego no son amigos, son conocidos. Aunque pensándolo bien, no los conocía mucho al pensar que lo eran.
Quiero dar las gracias por esta oportunidad que me ha dado la vida de ser una estudiante de intercambio, porque es algo inolvidable, que a pesar de todas las noches sin dormir, echando de menos todo lo que conoces, merece la pena, y sin dudarlo, no me arrepiento de haberlo sido.
Gracias a todos. Si tenéis alguna pregunta sobre la vida en Estados Unidos o algo que queráis saber, no dudéis en preguntarme.
Hasta la próxima.
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